Páginas

martes, 12 de abril de 2011

Les debo más que la vida

Tengo 34 años y hace 12 que no veo a mis padres, solo por internet, es decir que he podido disfrutarlos 22 años, sin embargo esto no es del todo cierto. A esos 22 años le quito los primeros 7 de vida, pues la verdad no recuerdo nada de esta época. Es decir 15 años de disfrute familiar, pero tampoco es verdad. De los 7 a los 22 años, me la pasé hasta los 17 dedicado a los estudios y a jugar, lo que fuera pero jugar y por supuesto, al llegar la adolescencia, a conseguir una que otra mujer que me ayudara a descubrir el mundo. Así que me queda una diferencia de 5 años, desde los 17 hasta 22. Resto un año más de servicio militar. Quedan 4, de los 18 a los 22. Mayoría de edad, contraseña de cédula, es decir, acceso a bares y discotecas sin miedo a la redada de la policía, rumba desde los miércoles, la universidad, primeros semestres de desenfreno, sexo y licor por doquier, hasta que al matricularme para quinto semestre, quede nuevamente en cuarto.
Luego el primer amor, el que supuestamente nunca se olvida, mintió quien lo dijo; y claro, mariposas en el estomago, celebrar el primer mes, el primer beso, el primer mes de aquello, todos los cumpleaños, amor y amistad, navidad y año nuevo. Su familia me odiaba, espero que a ellos les haya quedado claro que el sentimiento era mutuo.
Según este ejercicio, en los años que viví con mis padres, realmente fue poco el tiempo a su lado, disfrutándolos, escuchándolos, aceptándolos. En realidad me duele y sé que a ellos cuando lean esto, pues sé que tengo dos lectores fijos cada vez que escribo, también les dolerá.
Bueno, para no darle más vueltas al asunto, me duele no haber aprovechado a mis padres. Ahora nuestra relación es virtual, Facebook, correo electrónico, cada ocho días por teléfono y ahora con mi papá a través de Twitter. La vida los obligó a irse hace 12 años y gracias a ese viaje pude terminar mi universidad y me he ido convirtiendo en un buen hombre, responsable y lo mejor de todo en un buen padre, no menciono mi rol de esposo, porque la verdad no ha sido mi mejor papel.
Tengo la firme esperanza de que este año se acabará la espera y podremos vernos de nuevo, abrazarnos y decirnos que nos queremos, pero frente a frente. Además conocerán a mi hija Mariana, situación que quizás es lo que más me llena de alegría de nuestro reencuentro.
Quiero aprovechar esto, para decirles que me siento absolutamente agradecido por lo que han hecho, el sacrificio de estar lejos, trabajar en horarios absurdos para sacarnos adelante, es algo digno de admirar y que pocas personas pueden lograr de manera honesta.
Espero que sepan que cada cosa que hago es para que se sientan orgullosos del hijo que tienen, ojalá que así lo sientan
Nos vemos en diciembre. Saludos de Mariana. Un abrazo.

1 comentario:

  1. Diego, que lindo!!! Deben estar orgullosos y a mí me sorprende gratamente descubrir tu honestidad y sensibilidad vitales! Que bien!

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario. Sígueme en Twitter @DiegoMorita

Visitantes