Gabriel García Márquez dijo
alguna vez, no recuerdo en este momento si a título personal o a través de
algún personaje de sus obras: se puede
ser infiel pero jamás desleal.
No entraré a analizar lo acertado
o no del Nobel cuando lanza esta afirmación, solo quiero tomarla como punto de
partida para esto que espero sea lo último que escriba sobre quien fuera
Ministro de Defensa al final del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
¿Quién era Gabriel Silva antes de
ser Ministro? No es difícil saberlo: Gerente de la Federación Nacional de
Cafeteros. ¿Su gestión allí fue buena o mala? La verdad no importa, (solo puedo
decir que al asumir esta gerencia el país producía 11.6 millones de sacos de
café, cuando salió en 2009 solo 7.8 millones, saquen sus propias conclusiones)
lo único relevante es que su nombre empezó a sonar a nivel nacional cuando
siguiendo una sugerencia de Juan Manuel Santos, Uribe lo nombró en la cartera
de Defensa.
Tal vez los cafeteros conocieran
a quien fuera su gerente durante varios años, pero el ciudadano del común no. Incluso
hoy. si preguntan en la calle en una de esas encuestas, que tanto gustan en
nuestro país, estoy seguro de que pocos saben quién es Silva.
Y digo hoy en día, pues las
últimas dos semanas han sido el éxtasis para este señor, la cúspide de su
popularidad. Primero se despachó en una columna publicada en el periódico El
Tiempo (diario oficialista) contra quien fuera su jefe, Uribe. En resumidas
cuentas, pues estoy seguro de que aquellos que lean esta entrada también
leyeron las fantasías del exministro en: ¿La
victoria por encima de la verdad? del 11 de noviembre, faltando a la ética,
el respeto y agradecimiento que él y el pueblo colombiano tiene por Uribe,
Silva se despachó contra el expresidente y lo acusó de ser un político dispuesto a acomodar la verdad para recuperar el poder.
Una bajeza digna de la peor calaña!
No obstante, en esta columna lo
más grave y triste a la vez, no es que Silva trate mal a Uribe (siendo grave y
triste), es que él quien debe tener estudios avanzados, no se hubiera dado a la
tarea de leer, comparar y analizar la Ley de Justicia y Paz y el Marco para la
Paz. En lo personal, poco sé de estos temas, pero veo que la primera no otorgó
impunidad a los crímenes de los paramilitares, imponía una pena mínima y además
al no cumplirse por parte de sus cabecillas la verdad y reparación, a Uribe no
le tembló la mano para extraditarlos a todos (esto sirve para que la afirmación
de Silva sobre la negativa de Uribe a un operativo para capturar a Márquez, se
catalogue como una mentira descarada).
Por otro lado, el Marco para la
Paz, brinda la posibilidad de suspender o eliminar penas y además brinda elegibilidad
a personas acusadas no solo de delitos políticos, también de crímenes de lesa
humanidad. Insisto, en mi poco entender creo que son muy diferentes la Ley de
Justicia y Paz y el Marco para la Paz, además porque la Ley no modificó la
Constitución, el Marco si. Hay que leer señor Silva, hay que leer.
Parece que como afirmó el propio
Uribe: Silva ni cuenta se dio de que fue
Ministro de Defensa y no aprendió a conocer a su jefe. ¿Creería Silva que
después de despacharse contra Uribe, este se iba a quedar callado? Inocente si fue
así, poco inteligente si sabía a lo que se enfrentaba.
Uribe no es de medias tintas, por
eso su respuesta fehaciente al exministro, pero sobre todo con la verdad, con
el sustento necesario para que las 625 palabras de Silva se cayeran una a una con
su defensa. Pero también con la de Rafael Guarín, ex vice ministro de Santos,
Paola Holguín, Ramiro Valencia Cossio y otros que ante las mentiras y la
muestra desleal de Silva, decidieron opinar, sin que les paguen por hacerlo.
No es muy difícil saber de dónde
vino la idea de hacer esta columna en contra de Uribe. Está claro que después
de la Convención del partido (en mil pedazos) de la U, el gran perdedor fue
Santos. Uribe con su discurso demostró ser un estadista, Santos con el afán de
responderle cayó en el error de personalizar el tema y entre líneas trató a
Uribe como un rufián de esquina, pero
en realidad el que quedó como un rufián fue él.
Ante la falta de ideas, el
insulto es la mejor arma. Esconderse en eufemismos y en columnas que publica el
periódico oficialista, que además es propiedad de la familia del Presidente, es
el arma que utilizan hoy en día aquellos que quieren enlodar el buen nombre de
Uribe, pero ante cada ataque encuentran una defensa más férrea del expresidente
y creo que eso es lo que más hiere el ego de los que hoy ostentan el poder.
Hoy, cuando la marea había
bajado, cuando el país se concentra en el show de los “diálogos” en Cuba y el
fallo de La Haya con respecto a la frontera marítima con Nicaragua, aparece
nuevamente Silva con una columna en el mismo periódico, titulada: Desleal,
oportunista, trepador, inútil...
Estoy seguro que el orgullo le pudo más a Silva que el sentido común. Creo
también, que esta vez Santos nada tuvo que ver, pues el Presidente estaba de
viaje más preocupado por la foto en Cadiz y el partido de Colombia frente a
Brasil que de la situación del país (mientras Santos trinaba, bueno su Comunity
Manager, “vamos Colombia por el segundo gol”, la farc atacaban simultáneamente
cuatro poblaciones en el Cauca, están claras sus prioridades).
En esta columna Silva mete a la
mamá (expresa que es Uribista) y pone la queja sobre el trato que Uribe le dio.
Y dice: En vez de contestar a lo que es
un planteamiento intelectual y político, Uribe escogió insultar. Es la vieja
táctica de agredir para no tener que responder. Se equivoca Silva y se
queda corto en su análisis de la respuesta que le dio Uribe. Cada entrevista de
Uribe en la radio, cada trino respondiendo sobre la columna están debidamente
soportados, con datos, cifras, hechos. Se debe reconocer que Uribe quizás
utilizó calificativos poco ortodoxos para describir a Silva, pero no dijo
ninguna mentira, es más creo que se quedó corto.
He trabajado –de una forma u otra– con los presidentes Belisario
Betancur, Alfonso López, Virgilio Barco, César Gaviria; fui gerente de la
Federación de Cafeteros de Andrés Pastrana; también, ministro de Defensa de
Álvaro Uribe y embajador en Washington de Juan Manuel Santos. Dice Silva en
esta columna, saquen ustedes sus propias conclusiones.
Por último, decir que Uribe Desamarró su jauría de tuiteros fanáticos y
a sueldo para buscar un linchamiento virtual de mi reputación, como lo
expresa Silva en su columna, es desconocer el arraigo que tiene el expresidente
en todos los sectores de la sociedad, desde el estrato uno hasta el 18. Todos tienen
que agradecerle algo a Uribe y muchos lo hacen a través de las redes sociales,
en especial Twitter.
Conozco a muchos “tuiteros de
Uribe”, pero ninguno de ellos recibe un solo peso por defender su legado. Todos
son leales con él porque les nace no porque reciban una remuneración. Recuerde Silva,
se puede ser infiel pero jamás desleal, usted
ya demostró que se arrima al mejor postor (esa infidelidad quizás se perdona)
pero mentir y traicionar a Uribe es una deslealtad que jamás olvidaremos y
mucho menos le perdonaremos.
@DiegoMorita