Hace unos días salí de casa y dejé el celular cargando. Al llegar a un semáforo y tener que detenerme me sentí extraño, pues no encontré qué hacer mientras esperaba el color verde para continuar mi camino. Me puse entonces a mirar el paisaje y el día maravilloso que hacía en la ciudad; el sol brillaba y se reflejaba en el pavimento igual que como lo hace, espléndido, en el mar. Vi los pájaros volar y traté de recordar la última vez que lo había hecho (no pude). Escuché como trinaban y casi lloré al observar su majestuosidad al sostenerse en el aire. Vi a los malabaristas hacer su show lanzando fuego por la boca, haciendo equilibrio mientras se pasaban, sin dejarlos caer, cuatro cuchillos de mano a mano. Incluso, observé atento una escena digna de película merecedora del Oscar, en la que una pareja en moto se declaraba amor eterno al tiempo que ella inventaba caricias eróticas.
Todas las sensaciones que me produjo lo descrito, me hizo recordar la importancia y lo valioso de las pequeñas cosas, así que di la vuelta y me devolví a recoger el celular, así no estuviera cargado totalmente, prometí nunca más volver a salir a la calle sin él.
@DiegoMorita