El día del partido, Sebastián pensó en todo menos en el juego. Sabía que, sin importar el resultado, a la salida del estadio pelearía. Siempre lo dijo,”lo mío es la pelea a mano limpia”. El árbitro finalizó el partido, los equipos se fueron a sus camerinos y Sebastián corrió al punto de encuentro. Con los puños apretados y con ansias, esperaba la pelea. Lo que no pensó, es que a los del otro combo ya no les llamaba la atención irse a los puños. Al funeral de Sebastián, no asistieron sus amigos..
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