En los últimos días, mejor dicho, desde que se conocieron las
conversaciones en La Habana con las Farc, Colombia se encuentra inmersa
en una profunda zozobra y en un mano a mano entre los amigos del proceso
y los opositores al mismo.
Me atrevería a comparar esa sensación de desasosiego, con aquella de principio de los años noventa cuando a Gaviria se le ocurrió apagar el país y adelantarnos una hora el reloj, lo que algunos asumimos, tal vez por nuestra corta edad, como el fin del mundo.
No se aleja mucho lo que sentimos, ya más creciditos, cuando Pastrana le regaló el país al terrorismo, despejándole 42 mil kilómetros, lo que algunos asumimos como el fin del Estado.
No se acabó el mundo, tal vez este año según los Mayas, ni se acabó el Estado, tal vez este año con los “diálogos”, pero el sentimiento generalizado es poco alentador. No obstante, se escuchan voces de apoyo en los empresarios, políticos y por supuesto en las Fuerzas Armadas, no les queda de otra, pero está claro que el escepticismo es explícito incluso en las personas más cercanas al Presidente.
Después de analizar algunos discursos de Santos, me atrevo a asegurar que ni él mismo está convencido del éxito en la negociación, por eso su pedido (orden) de mesura a los medios de información para que los “diálogos” no se conviertan en un show mediático.
Aunque la realidad apunta a que no quiere que se generen en el país falsas expectativas, que ante un eventual e inminente fracaso puedan suscitar problemas en la ciudadanía y, claro, tumbarle su reelección.
Hace uno días Santos dijo: “Si no existieran medios de comunicación, no existiría el terrorismo”, aunque de inmediato intentó aclarar que la culpa del terrorismo no es de los medios, esta afirmación dejó muchas dudas en el ambiente, teniendo en cuenta que su autor hace parte de la familia propietaria del periódico con más circulación en el país e incluso trabajó allí algunos años.
Está muy claro que el Gobierno lo que quiere es que la información que se emita al público sea oficial y además que tenga su visto bueno, por eso repite que en este proceso los medios deben evitar las “chivas” y justifica la negociación en el exterior para evitar a como dé lugar que se filtren datos que puedan resultar “dañinos”.
Por último: lo que empieza mal termina mal. Las Farc siguen asesinando, extorsionando y desangrando al país ¿por qué aceptar esto?
Tal vez porque según ellas, son las víctimas, y el país el victimario. ¿Es posible ser más cínicos?.
Me atrevería a comparar esa sensación de desasosiego, con aquella de principio de los años noventa cuando a Gaviria se le ocurrió apagar el país y adelantarnos una hora el reloj, lo que algunos asumimos, tal vez por nuestra corta edad, como el fin del mundo.
No se aleja mucho lo que sentimos, ya más creciditos, cuando Pastrana le regaló el país al terrorismo, despejándole 42 mil kilómetros, lo que algunos asumimos como el fin del Estado.
No se acabó el mundo, tal vez este año según los Mayas, ni se acabó el Estado, tal vez este año con los “diálogos”, pero el sentimiento generalizado es poco alentador. No obstante, se escuchan voces de apoyo en los empresarios, políticos y por supuesto en las Fuerzas Armadas, no les queda de otra, pero está claro que el escepticismo es explícito incluso en las personas más cercanas al Presidente.
Después de analizar algunos discursos de Santos, me atrevo a asegurar que ni él mismo está convencido del éxito en la negociación, por eso su pedido (orden) de mesura a los medios de información para que los “diálogos” no se conviertan en un show mediático.
Aunque la realidad apunta a que no quiere que se generen en el país falsas expectativas, que ante un eventual e inminente fracaso puedan suscitar problemas en la ciudadanía y, claro, tumbarle su reelección.
Hace uno días Santos dijo: “Si no existieran medios de comunicación, no existiría el terrorismo”, aunque de inmediato intentó aclarar que la culpa del terrorismo no es de los medios, esta afirmación dejó muchas dudas en el ambiente, teniendo en cuenta que su autor hace parte de la familia propietaria del periódico con más circulación en el país e incluso trabajó allí algunos años.
Está muy claro que el Gobierno lo que quiere es que la información que se emita al público sea oficial y además que tenga su visto bueno, por eso repite que en este proceso los medios deben evitar las “chivas” y justifica la negociación en el exterior para evitar a como dé lugar que se filtren datos que puedan resultar “dañinos”.
Por último: lo que empieza mal termina mal. Las Farc siguen asesinando, extorsionando y desangrando al país ¿por qué aceptar esto?
Tal vez porque según ellas, son las víctimas, y el país el victimario. ¿Es posible ser más cínicos?.
@DiegoMorita