Todos los días, cuando apago el
televisor y me dispongo a dormir, antes de cerrar los ojos le rezo a Dios. Creo
en Él. Creo en un ser que nos acompaña en nuestra vida y que es el soporte de
nuestra fe. A Él le pido y sobretodo le agradezco.
Lo primero que le pido en mis
oraciones es el bienestar para mi familia: salud, mucha salud, pues creo que a
partir de ese estado los seres humanos podemos lograr absolutamente todo lo que
nos proponemos.
Lo segundo, pues mis rezos de
dividen en dos partes, es dar las gracias. Agradezco por tener buena salud, al
igual que toda mi familia. Agradezco por tener las capacidades para trabajar,
por tener un empleo. Agradezco por ver cada día la sonrisa de mi hija que me
recuerda que si hay un camino, que me faltan muchas cosas por hacer.
Nunca le he pedido a Dios el mal
para nadie, ni ganarme una lotería, ni la paz mundial. En el primer caso, no
está en mí ser desearle cosas negativas a alguien. En los otros dos casos, no
soy pretencioso pues creo que la suerte de una lotería no depende de lo Divino
y la paz mundial (más allá de ser una utopía) se conseguirá solo con la
voluntad de los seres humanos, caso en el cual Dios será un espectador de lujo.
La noche del 31 de octubre, este
día en el que a nivel mundial se celebra el famoso Halloween, rompí el esquema
de mis oraciones.
Apagué el televisor con mucha
rabia después de ver en las noticias los reportes de lo que había pasado en
Pradera – Valle. Un artefacto explosivo fue detonado por terroristas de las
farc a las siete de la noche, hora en la
cual un numeroso grupo de niños acompañados de sus padres, pedía dulces en la
calle. El saldo, al momento de escribir esto, 2 muertos (supuestamente los dos
terroristas) y 34 heridos (14 de ellos son niños, de los cuales 3 están graves).
¿En qué mente cabe atentar contra
un grupo de civiles inocentes en un día en el que los niños se disfrazan y
salen a las calles a divertirse pidiendo dulces? Solo en la mente macabra de un
grupo terrorista, sin escrúpulos, sin ideología; si, las farc. Los informes
indican que el atentado iba dirigido a la estación de policía ubicada a 100
metros del lugar de la detonación, al parecer la bomba estalló antes. No falta
entonces quien diga, que el atentado no era para los civiles, que fue un error,
¿eso lo hace menos grave? ¿Acaso si detonaba en la estación, los policías
muertos o heridos valdrían menos que los civiles? ¿Cómo controlarían que no
hubiera civiles entre las victimas?
Al terrorismo no le importan las
consecuencias de sus actos, solo busca implantar el terror, que la sociedad les
tema, que esté prevenida.
Entonces fui pretencioso, le pedí
a Dios que cese el terrorismo en nuestro país, me disculpan si fui egoísta y no
incluí al mundo entero, que los culpables de que vivamos con miedo paguen por
sus delitos en la cárcel o en el infierno (me inclino más por la segunda
opción), que no haya más dolor en Colombia por culpa de una guerra sin sentido,
promovida por unos pocos, pero que afecta a muchos, le pedí a Dios que mi hija
pueda disfrutar de un país tranquilo sin una amenaza latente que nos aflige
cada día, sin la zozobra de ¿quién seguirá? ¿Dónde será el próximo ataque?
No sé si Dios me escuche, no sé
si sea su competencia involucrarse en los problemas de un país que hace lo
posible por desaparecer. Creo que no es justo, dejar el tema en sus manos pues
estoy seguro de que las plegarias y suplicas que recibe todos los días, de las personas
que creen el Él, son muchas y, supongo, debe ir priorizando, pero igual no
pierdo la esperanza de que lo haga.
Mientras eso pasa, la solución es
exclusivamente terrenal, para que no nos pase lo del cuento que dice…
Un hombre, muy creyente, naufragó.
Días después un barco pasó y sus ocupantes le ofrecieron rescatarlo pero él les
respondió: - he pedido ayuda a Dios y Él me salvara. Idéntica respuesta le dio
a otros dos barcos que pasaron. Al ahogarse y llegar al cielo, cuestionó a Dios:
te he pedido ayuda y no me la brindaste ¿por qué? - Dios le contestó: fui Yo el
que te mandé los tres barcos para que te rescataran.
@DiegoMorita
Post scriptum: Dios ya nos mandó varios barcos, pero con muy malos
capitanes. Uno de ellos, con un capitán decidido a marcar la diferencia, nos
rescató de un seguro naufragio; además le mostró el camino al que seguía,
camino por el que evitaría el riesgo de hundirnos. Pero el camino se desvió y el
barco parece que se hubiera cambiado por un submarino, porque vamos hacia el
fondo, y lo peor de todo, a punto de colapsar…si es que ya no lo hicimos.
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