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domingo, 17 de marzo de 2013

Reconciliación de principios

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes (saludo especial para Mario Benedetti – A la izquierda del roble) que llegan a un momento de sus vidas en el cual deciden si negociar sus principios o seguir firmes aunque las consecuencias de la segunda opción no sean las mejores.


Es inevitable encontrar en tu camino personas que quieran pasar por encima de ti, sobre todo las que ostentan alguna posición de poder. ¿Quién de ustedes ha sentido que alguien desea que no triunfen? ¿Cuántas veces han tenido que agachar la cabeza y decir: está bien, cuando en realidad no es así?

Con seguridad les ha pasado en sus casas, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, con sus parejas ¿estoy equivocado?

Cuando nos sentimos así, por lo general acudimos a contarle a alguien en quien confiamos, pues necesitamos desahogarnos. Ese alguien, hombre, mujer, grande, chiquito, no importa cómo sea, casi siempre nos dirá: a veces toca agachar la cabeza. Sí el tema es laboral, también dirá: con la lonchera no se juega o la lonchera no se patea. Además rematará: haga lo que tiene que hacer y seguro que todo saldrá bien, ¿estoy equivocado?

Esto que les voy a contar no me pasó a mí, sino a un amigo de un primo cuarto que vive en Checoslovaquia. Me pareció interesante, por eso se los cuento.

Él entró a trabajar a un empresa, allí se topó con un jefe con una ideología política contraria a la que por años él venía defendiendo. La relación desde el principio no fue fácil, empezaron a chocar por sus posiciones, al jefe nada le gustaba por bien hecho que estuviera. Llegó el día en que la cuerda se reventó y le dijeron: o cambia su posición o no puede seguir trabajando aquí.

Él necesitaba el trabajo, tenía una familia que sostener y algunas deudas acumuladas, así que no podía darse el lujo de perder este buen empleo. No obstante, siempre fue un convencido de que “los principios no son negociables”, se encontraba en una situación muy complicada.

¿Ustedes que harían? ¿Renunciar a sus principios? ¿Renunciar al empleo? ¿Arriesgarían la estabilidad de su familia por defender su ideología?

Me cuentan que miles de cosas pasaron por su mente y que se le notaba muy tenso con el pasar de los días, se enfermaba con regularidad y poco se le veía sonreír. Sin embargo, él era un profesional y hacia lo mejor posible su trabajo, aunque casi siempre este dependía de otros y en ocasiones era muy lento realizarlo. Mientras tanto su jefe, hacía lo posible por ponerle palos en la rueda (tal vez quería que se aburriera y renunciara) pero a la vez no podía esconder la calidad del trabajo de su empleado.

El jefe nunca tuvo la valentía de decirle de frente las cosas, prefirió la mediocridad y hablar a espaldas de su empleado. Se preguntarán por qué no fue despedido, es muy sencillo, por el tipo de contrato.

El ser humano está lleno de matices, en su mayoría negativos que afloran en la mayoría de los casos. Los positivos se guardan para ocasiones especiales, son reservados y muy exclusivos.

Al final de la historia, digamos que triunfó la justicia. El jefe, el mediocre y cobarde, terminó por renunciar a su cargo (nunca se supo por qué se fue) y el empleado sigue trabajando.

Está muy claro que esta historia no da para película, tal vez ni para entrada de un blog (como este) pero está escrita por una razón: los principios deben hacerse respetar, si alguien te los quiere pisotear debes defenderlos a capa y espada porque al final, como en las películas, siempre ganan los buenos.

Post Scriptum: a veces el final se demora, pero siempre llega.

@DiegoMorita

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