Es inevitable no dedicar este espacio a la negociación de Juan Manuel Santos
con las Farc, sobre todo cuando con el pasar de los días los que nos
declaramos escépticos ratificamos los vacíos del proceso y el peligro
para nuestro país; además aquellos que lo apoyaron apagan sus voces de
optimismo y agachan la cabeza a la espera de los avances y resultados.
¿Cómo creer en un proceso que empieza con mentiras?
Causó estupor e indignación escuchar al jefe máximo del grupo terrorista más antiguo del mundo decir que ellos no tienen secuestrados, que no trafican con drogas y que siempre han buscado la paz, pero es el Estado colombiano el que se ha mostrado reacio. ¡Qué cinismo!
Peor, que el Presidente reconozca que les cree a las Farc cuando dicen que no han vuelto a secuestrar, según él, porque los informes de inteligencia indican que en el pasado reciente no lo han hecho. Entonces ¿los secuestrados hace dos, cinco o diez años qué? ¿Quién les da razón a sus familias? ¿Los olvidamos y que pasen a ser una estadística más?
Estoy de acuerdo en buscar la paz, pero no comparto el cómo. No tiene ninguna lógica que hoy se hable de negociar cuando el país atraviesa por un período de terror, el cual algunos dicen que es normal y la “ventaja” de las Farc para sentarse a negociar, pero que es la evidencia de que se envalentonaron gracias al abandono de los postulados de la seguridad que tantos éxitos le dieron al país en el gobierno de Uribe.
Además, no podemos aceptar negociar la agenda del país con un grupo terrorista que además vive del narcotráfico, por algo son el cartel más grande del mundo. ¿Qué pueden ofrecer las Farc que no signifique una debacle para la institucionalidad del país?
Únicamente: entrega de armas, desmovilización, cárcel y reparación a las víctimas. Pero esto no hace parte de la negociación, así que es muy fácil empezar un proceso de paz y jugar con las esperanzas del país mientras se van de excursión por el mundo a mostrarle lo que no son a la comunidad internacional.
Quienes nos quedamos, tal y como lo dijo Santos, debemos tener paciencia y ser testigos de la arremetida terrorista.
Por último: no estar de acuerdo con este proceso de negociación no significa estar en contra de la paz. Creo que todo es negociable menos la dignidad, y la del país va camino a perderse, si se permite que un grupo terrorista diga qué y cómo se negocia, mientras las ansias de pasar a la historia nos pone frente a la boca del lobo.
@DiegoMorita
¿Cómo creer en un proceso que empieza con mentiras?
Causó estupor e indignación escuchar al jefe máximo del grupo terrorista más antiguo del mundo decir que ellos no tienen secuestrados, que no trafican con drogas y que siempre han buscado la paz, pero es el Estado colombiano el que se ha mostrado reacio. ¡Qué cinismo!
Peor, que el Presidente reconozca que les cree a las Farc cuando dicen que no han vuelto a secuestrar, según él, porque los informes de inteligencia indican que en el pasado reciente no lo han hecho. Entonces ¿los secuestrados hace dos, cinco o diez años qué? ¿Quién les da razón a sus familias? ¿Los olvidamos y que pasen a ser una estadística más?
Estoy de acuerdo en buscar la paz, pero no comparto el cómo. No tiene ninguna lógica que hoy se hable de negociar cuando el país atraviesa por un período de terror, el cual algunos dicen que es normal y la “ventaja” de las Farc para sentarse a negociar, pero que es la evidencia de que se envalentonaron gracias al abandono de los postulados de la seguridad que tantos éxitos le dieron al país en el gobierno de Uribe.
Además, no podemos aceptar negociar la agenda del país con un grupo terrorista que además vive del narcotráfico, por algo son el cartel más grande del mundo. ¿Qué pueden ofrecer las Farc que no signifique una debacle para la institucionalidad del país?
Únicamente: entrega de armas, desmovilización, cárcel y reparación a las víctimas. Pero esto no hace parte de la negociación, así que es muy fácil empezar un proceso de paz y jugar con las esperanzas del país mientras se van de excursión por el mundo a mostrarle lo que no son a la comunidad internacional.
Quienes nos quedamos, tal y como lo dijo Santos, debemos tener paciencia y ser testigos de la arremetida terrorista.
Por último: no estar de acuerdo con este proceso de negociación no significa estar en contra de la paz. Creo que todo es negociable menos la dignidad, y la del país va camino a perderse, si se permite que un grupo terrorista diga qué y cómo se negocia, mientras las ansias de pasar a la historia nos pone frente a la boca del lobo.
@DiegoMorita
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