Millones de colombianos sabíamos que un gobierno de izquierda iba a ser un desastre y mucho más un gobierno de izquierda con Gustavo Petro a la cabeza. Lo que no sabíamos o imaginábamos, es que sería de tamañas proporciones y que la palabra desastre, para definirlo, se quedaría corta.
¿El cambio llegó? ¡Claro que sí! La cuestión es que no todo cambio es para bien y hoy, después de dos años y medio, vivimos en un país con más dificultades, con más pobreza, con una economía que pende de un hilo muy delgado, con un retroceso en seguridad que nos lleva recordar los peores momentos de la década de los 90, con un atraso en infraestructura a todos los niveles y con una polarización más marcada y promovida por el propio Presidente Petro, que ha preferido dedicarse a pelear que gobernar (claro, lo primero es más fácil que lo segundo).
La decepción es generalizada. Conozco muchas personas que votaron por Petro confiando en su prometido cambio, en que el país necesitaba refrescarse con un gobierno de izquierda y hoy, algunos de ellos, asumen el error de su voto y se arrepienten, porque no ven cumplidas las promesas que les hiciera el candidato Petro. Lo que sí ven, es una desconexión total con el país, bajas ejecuciones, escándalos, un discurso tibio que volvió a envalentonar a los bandidos y una arrogancia desmedida de un gobernante que, en ocasiones, pareciera no estar ciento por ciento en sus cabales.
No podemos llamarnos a engaños, Colombia no va bien. La incertidumbre regresó a hacernos compañía y se sienta a la mesa con nosotros todos los días. Surgen preguntas: ¿para dónde vamos? ¿Hasta dónde es posible que llegue esta situación? ¿Habrá punto de retorno o ya lo pasamos? ¿Las respuestas? Prefiero no escribirlas, pues este texto en sí, da cuenta de ellas.
¿Qué hacemos entonces? Sonará fácil o quizás facilista, pero solo nos queda aguantar y tratar de no desfallecer. Solo queda un año y medio del gobierno Petro (tiempo en el que el desastre seguro crecerá y seguiremos cayendo en el abismo) y confiando en que no haya movidas para perpetuarse en el poder, tendremos la oportunidad en 2026 de trepar las paredes y volver a la senda del progreso, que de una u otra manera hemos caminado (así sea poquito).
No nos podemos equivocar. Habrá muchas opciones para elegir y muchos falsos redentores, sobre todo de la misma izquierda que con sus discursos vacíos, pero llenos de lugares comunes y una extrema demagogia, intentarán cautivar a los votantes. ¡Con ellos ni a la esquina!
La derecha tendrá que organizarse, dejar las vanidades y egos a un lado y unirse para derrotar a los aliados de Petro. No pueden darse el lujo de creer que cada uno puede ganar y atomizar los votos. ¡No! Los colombianos necesitamos en 2026 una figura que sepa recoger los deseos que tenemos y que cuente con el apoyo de los demás de manera decidida, sin peleas, polarización ni envidia. Esta es la única manera de elegir a alguien que pueda recuperar la confianza en un país que infortunadamente la perdió.
Por último: el nicho de votantes de la derecha para el 26 es el de los “nadies” decepcionados.
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