COLUMNISTA
DIEGO MORA ARIZA
PUBLICADO EL 26 DE AGOSTO
DE 2015
http://www.elcolombiano.com/
Estamos a dos meses de salir a votar en las elecciones locales y regionales. Elegiremos alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. La lista de candidatos es larguísima, más de 110 mil se inscribieron y la decisión de en quién depositar la confianza no es fácil, pues vemos que a pesar de que cada vez las formas de hacer campaña electoral se profesionalizan más, aquí seguimos acudiendo a las viejas prácticas clientelistas del “yo te pido y tú me das”.
Los aspirantes a un cargo son felices informando a sus posibles electores sobre las alianzas que han hecho con diferentes sectores, incluso con esos distantes a sus posturas pero que en época electoral se vuelven muy atractivos. Para conseguir adhesiones aquí se usa el eufemismo “acuerdo programático” cuando lo que negocian son puestos burocráticos o contraticos varios.
El candidato promedio en Colombia (es decir el 95%) se caracteriza por querer ganar a cualquier precio, acomodar sus posturas según el viento sople, negociar sus principios si acaso a la contraparte no le gustan y por olvidar de dónde viene y para dónde se supone que va o iba al aventurarse a hacer política.
Por otro lado, para muchos el servicio público no es más que un escampadero, un medio para conseguir dinero y poder. Se aprovechan del arte de hacer política para embaucar a los votantes incautos, a esos que abundan en Colombia, y convencerlos de que son la mejor opción, la del cambio, la transformación, el futuro de la sociedad a la que pertenecen. Quizás se piensan ellos mismos como unos iluminados, los elegidos por el destino (no digo por Dios para no meterlo en política) para cumplir una misión difícil pero que alguien tiene que hacer. Son unos sacrificados.
Y el ciudadano cada cuatro años cae en sus garras, les cree. Cuando los escucha hablar piensa en que este sí es, este sabe de lo que habla, se nota que ha estudiado y seguro tiene la varita mágica para sacarnos de todos los problemas. Y vota por él, sin analizar lo que le dijo, lo aterrizadas de sus propuestas, su viabilidad; luego se desentiende, pasarán cuatro años para que vuelva a interesarse.
Y así llegamos a este punto, giramos en un círculo vicioso de apatía por la política (debería ser solo por los políticos), de resentimiento por tantas promesas incumplidas y tantos falsos profetas que se disfrazaron alguna vez de candidatos para ofrecernos el cielo en la tierra. Y ellos, los encargados de dignificar el servicio público felices porque su sociedad no es pensante y vota por ellos porque le dicen o por ser el candidato de alguien, además la apatía les dura poco, quizás hasta que les reparten el refrigerio o les entregan las tejas para la casa o el mercadito.
Por último: tal vez usted que leyó esto que acabo de escribir encuentra lugares comunes y logra atar cabos con uno u otro candidato de los que por estos días recorren las calles. Esa era mi idea, ahora de usted depende que esos aspirantes a un cargo el próximo 25 de octubre que caben en esta descripción no logren salir en primer lugar en el escrutinio electoral. ¿Lo lograremos?
@DiegoMorita
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