Si la memoria no me falla, como es lo usual, la primera vez que celebré un triunfo
deportivo fue en 1989 cuando Nacional ganó la Copa Libertadores de América.
Con
menos entusiasmo, pero lleno de alegría, celebré y me emocioné con el 5 – 0 de Colombia
a Argentina en el estadio Monumental de River Plate, en 1993.
Me
sentí feliz con los triunfos de Juan Pablo Montoya en la Serie Cart, al igual
que me llené de orgullo cuando pasó a la Fórmula Uno y ganó su primera carrera.
Creo
que derramé un par de lagrimas con la Copa América que organizó y ganó Colombia
y en la cual terminamos invictos, con el arco en cero y el goleador del torneo.
No importa que Argentina no viniera y que los otros equipos trajeran a jugadores
jóvenes, campeonato es campeonato y como dicen por ahí “nadie nos quita lo
bailao”.
Luego
vino la Copa Libertadores para el Once Caldas, y aunque no soy hincha, me
emocioné por el triunfo, porque aunque suene trillado en ese momento: Once Caldas
era Colombia.
Nacional
nos dio dos alegrías seguidas, convirtiéndose en el primer equipo del país en
ganar los dos torneos del año 2007.
Sentí
que íbamos creciendo y me alegré con el primer campeonato de golf que se ganó
Camilo Villegas.
No
puedo negar que he llorado y me he emocionado con deportistas de otros países
que triunfan: Rafael Nadal en Tenis o con mi equipo de fútbol favorito del extranjero que
es el Real Madrid o con Tiger Woods o LA Lakers de la NBA, por citar unos
ejemplos.
Pero
lo que sentí hoy con Mariana Pajón y su medalla de oro en el BMX de los Juegos
Olímpicos, es inigualable. Debo confesar que no recuerdo mi sensación con el
triunfo en pesas de Maria Isabel Urrutia, es más no estoy seguro de haberla
visto lograr semejante hazaña.
Mariana
fue la única deportista colombiana que llegó a estos JJOO con el rótulo de
favorita para medalla de oro, pero esta niña de 20 años y con 14 títulos
mundiales, supo mantener la calma y aguantar la presión de un país ávido de
triunfos.
Mariana
mostró seguridad, serenidad y no prometió nada, solo hacer lo mejor que podía y
resultó que lo mejor era entregarle a Colombia una medalla, tal vez la única,
de oro en estos juegos.
Salté,
lloré, me abracé a un compañero de trabajo, le di gracias a Dios y hasta “hijueputié”,
en el buen sentido, tratando de desahogar esa emoción que me produjo ver pasar
a Mariana por la meta en el primer lugar y ganarse con contundencia, y sin
lugar a dudas, un espacio en la historia no solo de Colombia sino del mundo.
Gracias
Mariana, es lo único que este país puede decirte, hoy hiciste algo que solo logran
los genios en la humanidad, uniste a un país, por naturaleza dividido, y lo
pusiste a caminar hacia un solo objetivo: el lugar más alto del podio olímpico.
Gracias
Mariana, gracias!
@DiegoMorita
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