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domingo, 28 de agosto de 2011

Deudas, qué pesadilla!


Hace unos días por inconvenientes económicos, tuve que priorizar algunos gastos, dejando de lado pagar una tarjeta de crédito. Era la primera vez que me atrasaba en un pago, lo que me resultó muy desagradable, pues siempre he creído que el historial crediticio es fundamental, estoy convencido de que hace más daño un reporte en centrales de riesgo financiero, que un antecedente judicial.

Pasaron 45 días y no podía ponerme al día. Desde el día seis de mora, empecé a recibir llamadas que me recordaban el atraso y que me indicaban la urgencia de ponerme al día si quería evitar el reporte negativo. Yo quería pagar, nunca lo negué, pero no podía hacerlo, no tenía dinero!

Las llamadas eran diarias y a cualquier hora. Llamaban a mi casa y dejaban la razón con quien contestara y si nadie lo hacía dejaban un macabro mensaje en el contestador recordándome el compromiso de pago adquirido. Sábados, domingos y festivos no importaba el día. Te llaman muy temprano para lograr encontrarte en casa si tienes que salir a trabajar o muy tarde cuando ya regresaste.

Sin embargo, lo que si rebosó la copa de mi paciencia, fue que llamaran a la portería del edificio en el que vivo y dejaran el mensaje de cobro con los porteros. No puedo decir que me dio pena, pues no soy la primera ni la última persona que se atrasa en una deuda, pero no comprendo por qué involucran a personas que no tienen nada que ver en el proceso.

Disgustado, llamé a la casa de cobranzas a quejarme y les reclamé tal situación. Les expliqué que en ningún momento me escondí, que todas sus llamadas las respondí y que pagaría en cuanto me fuera posible. La persona encargada me respondió: “cuando un cliente se encuentra en una altura de mora como la suya y no se recibe ningún pago, la compañía trata de ubicarlo por todos los medios”.

La respuesta no me gustó, me pareció la lectura de un libreto (evidentemente lo tienen), le dije que pondría una queja ante la Superintendencia Financiera, situación que poco le importó, pues seguramente pocas personas denuncian este tipo de irregularidades. La falta de acciones por parte de los clientes, permite que hagan con nosotros lo que deseen, les da vía libre para que sigan actuando de esta manera.

Esta columna es la primera parte de mi queja, ojalá si alguien la lee y se siente identificado, me escriba y podamos emprender una acción colectiva para que las entidades financieras y las casas de cobranza que estas contratan modifiquen su forma de actuar y de atropellar al cliente.

Ya logré ponerme al día con mi tarjeta y por supuesto lo primero que hice fue entregarla. El asesor que me atendió y fiel a su libreto intento convencerme que no lo hiciera, que mientras no la usara no me cobraban nada. Sin importar sus razones la entregué, pues estoy convencido de que todo es negociable menos la dignidad.

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