Murió la lechuza. Símbolo y amuleto de buena suerte en el Junior de Barranquilla. Dicen sus hinchas, que así el equipo esté jugando mal, cuando la lechuza aparece, Junior gana. Ese domingo 27 de febrero no fue la excepción, Junior ganó dos goles por uno al Pereira y ante la impotencia por el resultado, Luis Moreno, jugador panameño, no encontró otra manera para desahogar su dolor que patear a la lechuza.
Indignante, aberrante, despiadado. Merece la cárcel, porque la multa por agresión animal en Colombia va desde los cinco hasta los cien mil pesos, merece ser expulsado del equipo, deportado a su país. Si el procurador Alejandro Ordóñez pudiera, debería destituirlo e inhabilitarlo por 20 años o mejor por toda la vida, que no pueda volver a tocar un balón de fútbol ni a practicarlo. Es más, que ni siquiera pueda verlo por televisión.
Entiendo y comparto la rabia y el dolor del pueblo colombiano, no solo de los barranquilleros, que deben estar asustados por los resultados que se vienen, sobre todo en Copa Libertadores.
Era necesario que el tema del día en Twitter fuera la agresión a la indefensa lechuza. Cada uno levantando su voz para pedir justicia y un castigo ejemplar. Hace pocos días sucedió lo mismo al conocerse el video de dos policías que brutalmente asesinan a una perrita y el país se movilizó, marchó y se pronunció contra el maltrato animal, y eso me parece bien.
Pero ¿dónde está mi país, mis compatriotas colombianos indignados, cuando nos enteramos de que fueron masacradas cuatro personas mayores en Buga? ¿Dónde está la rabia y el dolor por el asesinato de una niña de dieciocho meses en Medellín? ¿Quién levanta la voz y pide castigo ejemplar cuando unos delincuentes toman como rehenes a cuatro niños para robarse ciento cinco millones de pesos en Bogotá?
Al momento de escribir este artículo, no he sentido la indignación, la rabia ni el pedido de castigos a estos tres acontecimientos de un día normal en Colombia. Y es precisamente por eso, se convirtió en algo completamente normal ver las noticias y tragar entero. Pero ante lo diferente, como una patada a una lechuza o una perrita asesinada sí reaccionamos, aunque probablemente, hasta la próxima noticia diferente y que sí merezca movilización social.
Quien escribe esto es una persona normal, hijo, padre, trabajador. Mi forma de pronunciarme ante lo que me gusta y lo que no, la encontré en estos artículos, en Twitter, en Facebook. Pero también entendí que debía cambiar mi actitud ante los hechos diarios de mi país. No basta solo con escribir que me duele o que me da rabia sino pensar y actuar para que eso no suceda más, al menos en mi entorno.
Me hago un llamado a la "No Violencia" desde que abro los ojos en la mañana hasta que los cierro en la noche. Para mí no es una moda pronunciarme, es una convicción. Por eso no será solo una anécdota para contar.
Indignante, aberrante, despiadado. Merece la cárcel, porque la multa por agresión animal en Colombia va desde los cinco hasta los cien mil pesos, merece ser expulsado del equipo, deportado a su país. Si el procurador Alejandro Ordóñez pudiera, debería destituirlo e inhabilitarlo por 20 años o mejor por toda la vida, que no pueda volver a tocar un balón de fútbol ni a practicarlo. Es más, que ni siquiera pueda verlo por televisión.
Entiendo y comparto la rabia y el dolor del pueblo colombiano, no solo de los barranquilleros, que deben estar asustados por los resultados que se vienen, sobre todo en Copa Libertadores.
Era necesario que el tema del día en Twitter fuera la agresión a la indefensa lechuza. Cada uno levantando su voz para pedir justicia y un castigo ejemplar. Hace pocos días sucedió lo mismo al conocerse el video de dos policías que brutalmente asesinan a una perrita y el país se movilizó, marchó y se pronunció contra el maltrato animal, y eso me parece bien.
Pero ¿dónde está mi país, mis compatriotas colombianos indignados, cuando nos enteramos de que fueron masacradas cuatro personas mayores en Buga? ¿Dónde está la rabia y el dolor por el asesinato de una niña de dieciocho meses en Medellín? ¿Quién levanta la voz y pide castigo ejemplar cuando unos delincuentes toman como rehenes a cuatro niños para robarse ciento cinco millones de pesos en Bogotá?
Al momento de escribir este artículo, no he sentido la indignación, la rabia ni el pedido de castigos a estos tres acontecimientos de un día normal en Colombia. Y es precisamente por eso, se convirtió en algo completamente normal ver las noticias y tragar entero. Pero ante lo diferente, como una patada a una lechuza o una perrita asesinada sí reaccionamos, aunque probablemente, hasta la próxima noticia diferente y que sí merezca movilización social.
Quien escribe esto es una persona normal, hijo, padre, trabajador. Mi forma de pronunciarme ante lo que me gusta y lo que no, la encontré en estos artículos, en Twitter, en Facebook. Pero también entendí que debía cambiar mi actitud ante los hechos diarios de mi país. No basta solo con escribir que me duele o que me da rabia sino pensar y actuar para que eso no suceda más, al menos en mi entorno.
Me hago un llamado a la "No Violencia" desde que abro los ojos en la mañana hasta que los cierro en la noche. Para mí no es una moda pronunciarme, es una convicción. Por eso no será solo una anécdota para contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario. Sígueme en Twitter @DiegoMorita